Cuando adquirimos alguna nueva responsabilidad, tal como ser padres o un nuevo cargo laboral, o cuando tenemos nuevas posibilidades para emprender nuevos proyectos, normalmente lo primero que hacemos es soñar y planear. Imaginamos lo que puede suceder, trazamos algunos objetivos y metas, y definimos planes para poder alcanzarlas.
Seguramente recordamos el consejo de Salomón: “Todo lo que te viniere a la mano por hacer, hazlo según tus fuerzas (Eclesiastés 9:10). Entre más grandes sean nuestros sueños, más ambiciosos serán nuestros proyectos.
Imagino que todos los que han tenido la bendición de tener un hijo en brazos, descansando tranquilamente, no han podido evitar soñar e imaginar el futuro de sus hijos. Muy seguramente estos sueños comenzaron desde antes de que nacieran. El amor de un padre o una madre por sus hijos, seguramente generan sueños, esperanzas y planes. “¿Qué será de grande? ¿Querrá seguir mis pasos? ¿Qué puedo hacer para facilitar que pueda conseguir sus metas?”. Entre más grandes son nuestros sueños para con nuestros hijos, más ambiciosos y exigentes se vuelven nuestros planes para con ellos.
Soñamos sobre lo que nos preocupa, sobre lo que amamos, sobre lo que nos interesa.
Cuando soñamos y hacemos planes sobre lo que ocupa un espacio importante en nuestra mente y corazón, seguramente vamos con Dios y se los presentamos, buscando su aprobación y apoyo. Como Cristianos sabemos que “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican” (Salmo 127:1).
¿Te has preguntado si Dios, como el Padre amante que es, también tiene sueños y planes para nosotros como individuos, o también como Iglesia?
Salmo 40:5 dice: “Has aumentado, oh Jehová Dios mío, tus maravillas; Y tus pensamientos para con nosotros, no es posible contarlos ante ti. Si yo anunciare y hablare de ellos, no pueden ser enumerados.” Salmo 139: 17 y 18 confirma que Dios sueña en grande sobre nosotros. Sus pensamientos sobre nosotros son innumerables, simplemente no los podemos contar.
Ahora, te invito a que consideres conmigo las siguientes ideas. Cuando David pastoreaba sus ovejas y peleaba con osos y leones, muy probablemente él soñaba con ser el mejor soldado del ejército de Israel, o tal vez un capitán o – ¿por qué no? – un excelente general. Pero Dios tenía otros planes. Cuando Ana llevó al pequeño Samuel al Templo, probablemente soñaba en su corazón que sería un buen Sacerdote, fiel a Dios y consagrado, más Dios consideraba estos sueños pero tenía planes más grandes, más ambiciosos para Samuel.
Seguramente Dios también tiene planes para la Iglesia de Narvarte, los cuales seguramente son más grandes, más abarcantes de los que podemos imaginar. Tal vez Dios está esperando a que nosotros estemos preparados para poder realizarlos. Tal vez somos nosotros los que aún no estamos listos para poder realizarlos.
Seguramente Dios tiene grandes planes para tu vida y para la mía. Pero tal vez nos falta depender más en Él, confiar más en su dirección, descansar más en su liderazgo sobre nuestras vidas.
¿Has considerado que no somos nosotros quienes necesitamos “convencer” a Dios para que realice algo en nuestras vidas, sino que es Él quien busca convencernos de que sus planes para con nosotros son mejores?¿Has considerado que no somos nosotros los que más nos preocupamos por nuestro futuro, sino que es Dios quien lo quiere construir para nosotros?
“Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno.” Salmo 139:23-24

3 comments
Me parece una buena reflexión para este fin de semana Félix, gracias y feliz sábado.
Es indudable que Dios tiene grandes planes para nosotros, como individuos y como Iglesia, colectivo, los líderes deben rodearse de personas que los ayuden, como fue el caso de Moisés, al escuchar el consejo de su suegro, en la I de Narvarte existen personas muy talentosas dispuestas a apoyar, conscientes que nos acercamos al tiempo del fin.
Muchas gracias por la reflexión